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Por qué todos necesitamos un hobby que no “sirva” para nada En un mundo que premia la productividad, dedicar tiempo a algo que no tiene un propósito práctico puede parecer casi un acto de rebeldía. Pero ahí está la clave: un hobby que no “sirva” para nada es exactamente lo que tu mente —y tu vida— podrían estar necesitando. Los hobbies sin objetivo son esos que no monetizas, no publicas en redes, no conviertes en proyecto. Pintar sin técnica, tocar acordes torcidos en una guitarra, coleccionar piedras de la calle, aprender nombres de constelaciones, cocinar sin seguir recetas… cualquiera de esas actividades que no pretenden demostrar nada, solo darte un espacio para estar contigo mismo. La presión por ser productivos ha invadido incluso nuestro tiempo libre. Si lees, que sea para aprender; si sales a caminar, que sea para hacer ejercicio; si haces fotos, que sean “contenidos”. Y en medio de todo eso, se nos olvida que también somos seres que necesitan jugar, crear y explorar sin e...

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La importancia del silencio en la era del ruido digital

Vivimos en una época ruidosa. No solo por el tráfico, la música en las tiendas o las conversaciones de oficina, sino por un ruido más persistente: el digital. Notificaciones, mensajes, videos, anuncios, podcasts, correos... todo compite por nuestra atención. En este contexto, el silencio se ha vuelto un lujo. Pero más allá del descanso auditivo, el silencio tiene un valor profundo: es un espacio necesario para el pensamiento, la creatividad y la salud mental.

Cuando todo es estímulo constante, nuestra mente rara vez descansa. Pasamos de una tarea a otra, de una aplicación a otra, de una conversación a otra, sin pausa. Esta hiperconectividad, aunque útil en muchos sentidos, nos roba momentos de reflexión. El silencio, en cambio, nos permite digerir lo que vivimos. Nos da la posibilidad de entender nuestros sentimientos, aclarar nuestras ideas y tomar mejores decisiones.

En el silencio también ocurre algo poderoso: escuchamos con más profundidad. No solo al entorno, sino a nosotros mismos. Ideas que estaban en el fondo emergen, emociones reprimidas se manifiestan, intuiciones toman forma. Por eso tantos escritores, artistas y filósofos buscan la soledad y el silencio para trabajar. No se trata de escapar del mundo, sino de conectar con una parte más esencial de nosotros mismos que solo puede hablar cuando el ruido cesa.

Incorporar momentos de silencio en la vida cotidiana no requiere aislarse en un monasterio. Puede ser tan simple como caminar sin auriculares, apagar el móvil durante una hora o dedicar cinco minutos al día a simplemente respirar en calma. Son gestos pequeños, pero profundamente restauradores. Como un jardín, la mente necesita silencio para florecer. Y como la tierra, necesita descanso para mantenerse fértil.

Volver al silencio no es retroceder, sino recuperar un equilibrio perdido. En medio del bullicio del mundo moderno, el silencio es un acto de resistencia y cuidado personal. Nos recuerda que no todo lo valioso hace ruido. A veces, lo más importante —la paz interior, la claridad, la sabiduría— se cultiva en el más absoluto silencio.