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El encanto de empezar de cero más de una vez
Comenzar de nuevo tiene mala fama. Suena a fracaso, a “no funcionó”, a tener que retroceder para volver a avanzar. Pero, si lo miras con calma, empezar de cero es una de las habilidades más poderosas que podemos cultivar.
Cada vez que algo termina —un proyecto, una relación, una etapa, un hábito— parece que quedamos en blanco. Y aunque asusta, también es un espacio increíblemente fértil. Es ahí donde podemos repensarnos sin el peso de lo que ya no encaja, sin la presión de continuar algo que dejó de sentirse nuestro.
Empezar de cero no es tirar todo por la borda. Es elegir qué conservar y qué soltar. Es revisar tu mochila vital y decidir qué sí te sirve y qué solo te está cargando los hombros. A veces basta con un pequeño cambio; otras, la vida te pide un reinicio completo. Y ambas opciones son válidas.
La ventaja de volver a empezar es que ya no eres la misma persona que comenzó la primera vez. Ahora tienes experiencia, cicatrices, aprendizajes que antes no estaban. No comienzas con las manos vacías: comienzas con herramientas nuevas.
Y, curiosamente, es en esos momentos donde más claridad aparece. Cuando todo se desordena, también surge la oportunidad de construir algo más alineado contigo. Algo más honesto, más simple, más real. No hay expectativas previas, no hay comparaciones, no hay mapa obligatorio que seguir. Solo la posibilidad de trazar un camino distinto.
Así que no temas a los nuevos comienzos. No necesitas permiso ni circunstancias perfectas para reinventarte. A veces, la vida te empuja. Otras, decides hacerlo tú. En cualquiera de los casos, empezar de cero no es retroceder: es abrir la puerta a algo que todavía no conoces… y que podría sorprenderte más de lo que imaginas.
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