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Por qué todos necesitamos un hobby que no “sirva” para nada En un mundo que premia la productividad, dedicar tiempo a algo que no tiene un propósito práctico puede parecer casi un acto de rebeldía. Pero ahí está la clave: un hobby que no “sirva” para nada es exactamente lo que tu mente —y tu vida— podrían estar necesitando. Los hobbies sin objetivo son esos que no monetizas, no publicas en redes, no conviertes en proyecto. Pintar sin técnica, tocar acordes torcidos en una guitarra, coleccionar piedras de la calle, aprender nombres de constelaciones, cocinar sin seguir recetas… cualquiera de esas actividades que no pretenden demostrar nada, solo darte un espacio para estar contigo mismo. La presión por ser productivos ha invadido incluso nuestro tiempo libre. Si lees, que sea para aprender; si sales a caminar, que sea para hacer ejercicio; si haces fotos, que sean “contenidos”. Y en medio de todo eso, se nos olvida que también somos seres que necesitan jugar, crear y explorar sin e...

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El arte perdido de aburrirse


El aburrimiento tiene mala fama. En una época en la que siempre hay algo que ver, que escuchar o que hacer, sentirse sin estímulos parece casi un error de sistema. Apenas aparece ese vacío incómodo, corremos a llenarlo con cualquier cosa: el celular, una serie, un video corto, una notificación que ni siquiera nos importa. Pero, ¿y si aburrirse no fuera algo malo, sino un espacio que ya no sabemos habitar?

El aburrimiento es, en realidad, una pausa. Una señal silenciosa de que la mente necesita descansar de tanto ruido. Cuando no la dejamos respirar, terminamos saturados sin darnos cuenta. Es como mantener un motor encendido todo el tiempo: tarde o temprano se recalienta.

Lo interesante es que, cuando permitimos que el aburrimiento dure un poco más de lo habitual, empieza a transformarse. Primero aparece la incomodidad, luego la calma, y después algo inesperado: ideas nuevas. La creatividad suele nacer de esos huecos donde no pasa nada. Los niños lo saben bien: de un rato sin planes salen juegos, inventos, historias. Los adultos lo olvidamos porque estamos demasiado ocupados llenándolo todo.

Aburrirse también es una forma de reconectar con uno mismo. En el silencio surgen pensamientos que llevabas semanas esquivando, pequeñas intuiciones que se pierden entre la prisa, deseos que no pueden escucharse cuando siempre estás distraído. Es un recordatorio de que no todo debe tener un estímulo inmediato para valer la pena.

Quizá lo que necesitamos no es más entretenimiento, sino más espacio. Momentos donde no pase nada para que pueda pasar algo. Un paseo sin música, una tarde sin agenda, cinco minutos mirando por la ventana sin culpa. Puede que no suene productivo, pero es profundamente reparador.

Al final, aburrirse no es perder tiempo: es recuperarlo. Es darle a la mente el permiso de vagar, de descansar y de crear. Y puede que, en ese aparente vacío, encuentres justo lo que estaba faltando.