Entrada destacada

1063

Por qué todos necesitamos un hobby que no “sirva” para nada En un mundo que premia la productividad, dedicar tiempo a algo que no tiene un propósito práctico puede parecer casi un acto de rebeldía. Pero ahí está la clave: un hobby que no “sirva” para nada es exactamente lo que tu mente —y tu vida— podrían estar necesitando. Los hobbies sin objetivo son esos que no monetizas, no publicas en redes, no conviertes en proyecto. Pintar sin técnica, tocar acordes torcidos en una guitarra, coleccionar piedras de la calle, aprender nombres de constelaciones, cocinar sin seguir recetas… cualquiera de esas actividades que no pretenden demostrar nada, solo darte un espacio para estar contigo mismo. La presión por ser productivos ha invadido incluso nuestro tiempo libre. Si lees, que sea para aprender; si sales a caminar, que sea para hacer ejercicio; si haces fotos, que sean “contenidos”. Y en medio de todo eso, se nos olvida que también somos seres que necesitan jugar, crear y explorar sin e...

1045









El extraño alivio de decir “no”


Decir “no” es un acto pequeño que suele venir acompañado de un miedo grande. Miedo a decepcionar, a parecer grosero, a perder oportunidades, a que alguien nos mire distinto. Por eso, muchas veces terminamos aceptando cosas que nos llenan la agenda pero vacían la energía.

Lo curioso es que, cuando finalmente nos atrevemos a decir ese “no” que llevamos guardado, aparece un alivio casi inmediato. Una especie de aire fresco que entra por la ventana después de mucho tiempo cerrada. Porque un “no” bien dicho no es rechazo: es autocuidado.

La mayoría de las veces, nuestros límites no chocan con los demás; chocan con nuestra propia culpa. Pensamos que ponerlos nos hará menos amables, menos entregados, menos disponibles. Pero la verdad es otra: sin límites, nos desgastamos hasta el punto de no poder ofrecer ni siquiera una versión auténtica de nosotros mismos.

Decir “no” es un acto de honestidad. Es reconocer que no puedes con todo, que no siempre tienes ganas, que no todo encaja contigo. Y eso está bien. Todos somos finitos: tiempo finito, energía finita, atención finita. Si lo damos todo a todo, terminamos sin espacio para lo que realmente importa.

El “no” que cuesta decir casi siempre es el mismo que te termina protegiendo. Te ayuda a ordenar tu vida, a priorizar lo que te nutre, a dejar de vivir en modo automático. También enseña a los demás cómo relacionarse contigo: con respeto, con claridad y sin suposiciones.

Y aunque parezca contradictorio, cuando empiezas a decir más “no”, tus “sí” se vuelven más sinceros. Ya no son concesiones obligadas, sino decisiones conscientes. Ahí es donde se siente el verdadero alivio: en darte permiso para elegir tu propia vida, incluso cuando eso significa cerrar algunas puertas. En el fondo, las que se cierran suelen ser las que nunca debiste cruzar.