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    El bolso: más que un accesorio, una extensión del yo El bolso, tal como lo conocemos hoy, es un accesorio aparentemente cotidiano, pero su origen es mucho más antiguo y su evolución, sorprendentemente simbólica. Los primeros bolsos surgieron como simples contenedores de tela, cuero o mimbre para llevar objetos esenciales. Ya en el Antiguo Egipto, los hombres utilizaban pequeñas bolsas sujetas al cinturón para transportar semillas u ofrendas. En la Edad Media, los monjes y peregrinos también portaban bolsas al cinto, y se las consideraba un objeto de necesidad, no de moda. Curiosamente, durante siglos fue común que fueran los hombres quienes los llevaban, hasta que el desarrollo del vestuario femenino comenzó a asignarles otra dimensión, mucho más cargada de diseño y significado. Con la llegada del siglo XIX, y particularmente con los cambios en la indumentaria femenina, el bolso empezó a transformarse en una herramienta de emancipación. Las mujeres que empezaban a sal...

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La importancia del silencio en la era del ruido digital

Vivimos en una época ruidosa. No solo por el tráfico, la música en las tiendas o las conversaciones de oficina, sino por un ruido más persistente: el digital. Notificaciones, mensajes, videos, anuncios, podcasts, correos... todo compite por nuestra atención. En este contexto, el silencio se ha vuelto un lujo. Pero más allá del descanso auditivo, el silencio tiene un valor profundo: es un espacio necesario para el pensamiento, la creatividad y la salud mental.

Cuando todo es estímulo constante, nuestra mente rara vez descansa. Pasamos de una tarea a otra, de una aplicación a otra, de una conversación a otra, sin pausa. Esta hiperconectividad, aunque útil en muchos sentidos, nos roba momentos de reflexión. El silencio, en cambio, nos permite digerir lo que vivimos. Nos da la posibilidad de entender nuestros sentimientos, aclarar nuestras ideas y tomar mejores decisiones.

En el silencio también ocurre algo poderoso: escuchamos con más profundidad. No solo al entorno, sino a nosotros mismos. Ideas que estaban en el fondo emergen, emociones reprimidas se manifiestan, intuiciones toman forma. Por eso tantos escritores, artistas y filósofos buscan la soledad y el silencio para trabajar. No se trata de escapar del mundo, sino de conectar con una parte más esencial de nosotros mismos que solo puede hablar cuando el ruido cesa.

Incorporar momentos de silencio en la vida cotidiana no requiere aislarse en un monasterio. Puede ser tan simple como caminar sin auriculares, apagar el móvil durante una hora o dedicar cinco minutos al día a simplemente respirar en calma. Son gestos pequeños, pero profundamente restauradores. Como un jardín, la mente necesita silencio para florecer. Y como la tierra, necesita descanso para mantenerse fértil.

Volver al silencio no es retroceder, sino recuperar un equilibrio perdido. En medio del bullicio del mundo moderno, el silencio es un acto de resistencia y cuidado personal. Nos recuerda que no todo lo valioso hace ruido. A veces, lo más importante —la paz interior, la claridad, la sabiduría— se cultiva en el más absoluto silencio.


Espiando a los tres curiosos

Daniel y el obrero que llega a lo profundo

Lo que pasa en la oficina…

Probando al curioso

Montando bicicleta y más

Aprovechando el descuido

Grande y profundo

si lo quieres, tómalo

Grande e inolvidable