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El sonido del viento: una melodía natural que nos envuelve     El viento no se ve, pero se siente. Su paso agita las hojas, mueve las cortinas, silba entre las rendijas y a veces ruge con fuerza sobre los tejados. Es una de las presencias más antiguas y constantes del mundo natural, y su sonido ha acompañado al ser humano desde el principio de los tiempos. En cada lugar y en cada momento, el viento suena distinto, como una melodía invisible que nos conecta con la tierra, el cielo y nuestras propias emociones.  El sonido del viento nace del movimiento del aire al chocar contra superficies: árboles, edificios, montañas, o incluso nuestro propio cuerpo. Su intensidad, tono y ritmo cambian según su velocidad, dirección y entorno. Puede ser un susurro suave en una tarde tranquila, un lamento largo en una noche solitaria o un estruendo que anuncia tormenta. En el desierto, suena como un canto seco que arrastra arena; en el bosque, como un murmullo lleno de vida; junto al mar...

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La nostalgia como motor creativo: crear desde lo que ya no está

La nostalgia es un sentimiento complejo. Surge cuando recordamos con ternura algo que ya no está: un lugar de la infancia, un amor que se fue, un momento que no volverá. Muchas veces duele, otras nos llena de calidez, pero casi siempre nos deja un silencio profundo después de su visita. Aunque solemos verla como una emoción triste, la nostalgia también puede convertirse en un poderoso motor creativo.

Cuando sentimos nostalgia, nuestra mente vuelve a un pasado que interpretamos como más sencillo o más feliz. Quizás idealizamos esos días porque el tiempo suaviza los bordes de los recuerdos, pero ese viaje mental no es inútil. Allí encontramos imágenes, olores, palabras, lugares y sensaciones que pueden convertirse en arte, música, escritura o proyectos que transforman la vida de otros.

En la literatura, la nostalgia ha inspirado incontables obras. Marcel Proust escribió su monumental En busca del tiempo perdido a partir del recuerdo de un simple sabor: la magdalena mojada en té que despertó su memoria. En cada página explora el tiempo, los lugares de su infancia, los salones sociales de su juventud y las personas que lo marcaron. Su obra es un testimonio de cómo la nostalgia puede ser la fuente de una creación infinita.

En la música, ocurre algo similar. Muchos compositores han plasmado en canciones la añoranza por un amor perdido, por un pueblo natal o por la niñez. La música nostálgica conecta rápidamente con el público, porque todos guardamos esos pequeños duelos de lo que no volverá. Al escuchar un acorde, la letra o la melodía, recordamos nuestro propio pasado y nos sentimos acompañados en ese sentimiento.

La nostalgia también está presente en el cine, especialmente en historias que exploran la infancia. Películas como Cinema Paradiso o El laberinto del fauno recrean la mirada infantil y sus paisajes con un tono de belleza melancólica. Incluso la industria publicitaria usa la nostalgia como estrategia emocional, apelando a canciones antiguas, modas retro y sabores que nos transportan a épocas pasadas. El marketing sabe que la nostalgia vende, porque nos conecta con emociones genuinas.

Pero más allá de su uso comercial, la nostalgia tiene un valor íntimo para quien crea. Recordar un olor de la casa de la abuela, la luz de un atardecer en un lugar donde ya no vivimos, la voz de un ser querido que se fue, nos permite rescatar la belleza de lo vivido y transformarla en algo que trascienda la memoria individual. Crear desde la nostalgia es compartir un pedazo de nuestra historia y, al mismo tiempo, darle un nuevo significado.

Sin embargo, es importante no confundir nostalgia con estancamiento. Vivir anclados en el pasado impide crear en el presente. La nostalgia se vuelve motor creativo cuando, en lugar de sumirnos en la tristeza, nos inspira a honrar lo vivido y a transformarlo en obra. Podemos escribir sobre nuestra infancia sin querer regresar a ella. Podemos componer una canción sobre un amor perdido sin querer recuperarlo. La clave está en usar el recuerdo como materia prima, no como prisión.

Muchos artistas dicen que la nostalgia los conecta con su parte más auténtica. Quizás porque, cuando recordamos, volvemos a nuestra esencia: quiénes fuimos, qué nos formó, qué dejamos atrás y por qué. Allí hay verdad, y la verdad es siempre un combustible poderoso para crear.

Así, la próxima vez que la nostalgia te visite, no la rechaces. Siéntala, observa lo que trae y pregúntate qué puedes crear con ella. Tal vez surja un poema, un dibujo, una idea de proyecto, una nueva forma de agradecer lo que ya no está. Porque la nostalgia, bien mirada, no solo es un recuerdo triste: es la prueba de que hemos vivido cosas que merecen ser recordadas y que aún pueden convertirse en luz para otros.

 
 


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