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PL-25

El sonido del viento: una melodía natural que nos envuelve     El viento no se ve, pero se siente. Su paso agita las hojas, mueve las cortinas, silba entre las rendijas y a veces ruge con fuerza sobre los tejados. Es una de las presencias más antiguas y constantes del mundo natural, y su sonido ha acompañado al ser humano desde el principio de los tiempos. En cada lugar y en cada momento, el viento suena distinto, como una melodía invisible que nos conecta con la tierra, el cielo y nuestras propias emociones.  El sonido del viento nace del movimiento del aire al chocar contra superficies: árboles, edificios, montañas, o incluso nuestro propio cuerpo. Su intensidad, tono y ritmo cambian según su velocidad, dirección y entorno. Puede ser un susurro suave en una tarde tranquila, un lamento largo en una noche solitaria o un estruendo que anuncia tormenta. En el desierto, suena como un canto seco que arrastra arena; en el bosque, como un murmullo lleno de vida; junto al mar...

ML 689 - FIESTA PARA TRES


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“Rituales del Mundo”

Cada entrega explorará una celebración, costumbre o ceremonia singular en algún rincón del planeta, descubriendo su significado, origen, símbolos y emociones.

Para esta primera entrega, elegí un ritual profundamente conectado con la naturaleza y el paso del tiempo:


Rituales del Mundo: El Hanami, cuando florece el alma

En Japón, cuando los primeros brotes de primavera estallan en una sinfonía de pétalos rosados, todo se detiene. Las oficinas se vacían más temprano, los parques se llenan, y el país entero se rinde ante la belleza efímera de los cerezos en flor. Es el Hanami (花見): literalmente, “mirar las flores”. Pero es mucho más que eso. Es una pausa colectiva para contemplar la fugacidad de la vida.

Una tradición milenaria

El Hanami se remonta al periodo Heian (794–1185), cuando los aristócratas japoneses organizaban fiestas bajo los sakura para escribir poemas y rendir culto a la naturaleza. Con el tiempo, la costumbre se popularizó y se transformó en una celebración nacional que atraviesa clases sociales y generaciones. Hoy, tanto estudiantes como abuelos se reúnen bajo los árboles para celebrar lo que los japoneses llaman mono no aware: la melancólica belleza de lo que es pasajero.

Cuando el país florece

Cada año, entre marzo y abril, el frente floral recorre Japón desde el sur hasta el norte, como una ola que arrastra asombro. Los noticieros emiten reportes diarios de la “sakura zensen”, el frente de floración, y miles de personas planifican sus viajes para coincidir con el momento justo en el que los árboles están en su máximo esplendor.

Tokio, Kioto, Osaka, pero también pueblos pequeños y templos perdidos en las montañas, se llenan de mantas extendidas, cajas de bento, cámaras fotográficas y risas suaves. Se bebe sake, se comparte comida, se canta. Pero siempre con una reverencia implícita hacia los árboles, como si fueran maestros silenciosos del tiempo.

Flor que enseña

El cerezo (sakura) no solo florece, también enseña. Su belleza es intensa pero breve: en una o dos semanas, los pétalos caen como una lluvia rosada y se desvanecen. Para los japoneses, este ciclo simboliza la vida misma: hermosa, intensa, pero inevitablemente efímera. Por eso el Hanami es un ritual de alegría, pero también de reflexión.

Observar los cerezos no es simplemente admirarlos: es recordar que todo pasa, y por eso todo importa.

Hanami moderno

Aunque la esencia del Hanami sigue siendo la misma, el ritual ha adoptado formas modernas. Se organizan festivales con luces LED que iluminan los cerezos de noche (yozakura), hay conciertos al aire libre, exhibiciones de arte floral y hasta versiones digitales del Hanami para quienes no pueden asistir físicamente.

También ha inspirado la moda, la gastronomía y el arte: hay mochis en forma de flor, helados sabor sakura, cosméticos y hasta cafés temáticos durante la temporada.

Más allá de Japón

El espíritu del Hanami ha cruzado fronteras. En Washington D.C., Estados Unidos, el Festival Nacional de los Cerezos en Flor se celebra desde 1912, cuando Japón regaló más de 3.000 árboles a la ciudad. También florecen cerezos en Vancouver, París, Estocolmo, Santiago de Chile y Madrid. Allí donde un cerezo florece, nace un instante de Hanami.


El Hanami es un ritual sin templos, sin altares, sin oraciones pronunciadas. Su escenario es un parque. Su ofrenda, una flor. Y su mensaje, el más sencillo y el más profundo: vive ahora, porque todo pasa.

No importa cuántas veces florezca un cerezo: cada floración es única. Como cada instante, como cada encuentro. Tal vez por eso, cuando se camina bajo una lluvia de pétalos rosados, uno no solo ve la primavera. Ve también su propio corazón.


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